
Más allá de todas las estupideces y sarpullidos diversos generados por la asombrosamente popular bazofia literaria cuyo nombre no es necesario mencionar, existe realmente un tesoro inacabable en la vida y obras del genial florentino. Una muestra -insignificante en comparación con el todo- pero impresionante en sí misma y considerada desde nuestro entetanido siglo XXI, son sus últimas palabras:
"He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido".
¡Qué lección para tanta pequeña cucaracha de repleto bolsillo, ademán vociferante y cerebro diminuto!
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